Tras la muerte de la Reina Victoria y la toma del trono por su hijo Eduardo VII surge una era llamada “Era Eduardiana” en el que se caracteriza por tener muchos cambios en todos los niveles, tanto en los avances tecnológicos como en el arte; y lo que aquí nos interesa, en la moda.
Sus dotes de «gentleman», le convirtieron en árbitro indiscutible de la elegancia y del buen gusto, Eduardo VII se convirtió sin querer en un dictador de la moda, no sólo masculina, ya que su influencia llegó a la Moda femenina de la Belle Epoque, que era un símbolo de estatus y representaba el lujo de la alta sociedad, a la vez que marcaba un estilo de vida ultra-indulgente. Bajo su influencia, la llamada silueta «Eduardiana» fue marcada por el elemento erótico de los vestidos de constricción, compuesta por una pequeña cintura, lograda gracias a una especie de jaula restrictiva de corsetería de ballena, más una exuberancia de detalles como volantes, cintas y encajes que venían a demostrar que el usuario tenía una vida ociosa y sin preocupaciones. Su influencia dominó la moda femenina y muy particularmente a favor de la forma de la mujer madura.
Elementos clásicos de la moda «Eduardiana» son el corset en forma de S que conformaba la silueta de la moda, empujando el pecho hacia delante, apretando la cintura y forzando sobremanera la pelvis hacia atrás, dando como resultado el marcado de unas exageradas curvas femeninas. Las blusas que alcanzaron un estatus importante dentro del repertorio de la dama y la moda eduardiana variaron ampliamente en cuanto al ajuste de los adornos. Los cuellos del vestido completamente cerrados y rígidos chiffon que se extendían hasta la barbilla y de encaje para el día; escotes de corte bajo y llenos de volantes; sobre el busto, cintas, volantes y sobre todo, encajes, pues las mujeres tenían una gran pasión por el encaje para adornar sus vestidos, pero para aquellas que no pudieran pagar el encaje irlandés «crochet», el encaje era un buen sustituto; faldas bien ajustadas sobre las caderas, sin dejar espacio para hacer uso de los bolsillos, en suma, el estilo eduardiano, dio a la forma femenina una nueva línea, abrazando el cuerpo los vestidos, dando por otra parte una nueva oportunidad al antiguo oficio del plegado, comenzando a utilizar una vez más el plisado vertical que en el caso de los vestidos que fueron acortados, con las telas más flexibles se lograba que cubriendo la figura femenina revelaran los contornos naturales de su cuerpo.
La moda eduardiana fue el último impás de la Belle Epoque, reveló la forma de mujer natural, abriendo el camino al Art Decó y los movimientos de Les Fauves, cuyos colores vivos comenzarían a entrar en el diseño de la ropa.





