Elegante, glamurosa y de belleza etérea. Grace Kelly pasará a la historia con su cuento de princesa, el de una guapa actriz que terminó reinando en Mónaco. Pero también quedará para posteridad como un referente de estilo, pues esta estadounidense original de Filadelfia terminó posicionándose como el icono estético internacional de toda una generación. Ella fue la primera mujer real con estilo y marcó un antes y un después en la importancia de la buena imagen de las “primeras damas”.
Su estilo ha sido uno de los más ensalzados. Ciertamente, la imagen de Grace Kelly era tan deseada que las grandes firmas de moda no dudaron en aprovechar esa realidad y usar a la reina como estrategia para generar ventas. Gucci lanzó un foular de seda en su honor, bautizado como ‘Flora’, y que agotaría rápidamente todas sus existencias. También Hermès hizo gala a su nombre utilizándolo para apodar a uno de sus bolsos más históricos y más vendidos, el conocido modelo ‘Kelly’.
Turbantes, sombreros, pañuelos… Esta mujer ensalzó la importancia de los accesorios para cerrar a la perfección cualquier look. No era raro verla en cada uno de sus viajes luciendo su cabellera recogida en un gran fular y tapando su mirada con una gafas en versión maxi. Esta imagen se convirtió en su seña de identidad desde que la mostró en la película Atrapa a un ladrón (1955), donde se consagró como la nueva musa de Alfred Hitchcook. Más allá de los complementos, los vestidos sofisticados, las faldas con vuelo, los escotes en forma de corazón y los trajes que entallaban su avispada cintura constituyeron su fondo de armario.
Todo su vestuario estaba firmado por sus diseñadores de cabecera, entre los que destacan la americana Edith Head o Helen Rose. De ellas son dos de sus vestidos más célebres: de la primera, el que lució para recoger su Oscar a mejor actriz por Angustia de vivir en 1954; y de la segunda, el vestido nupcial para su enlace con Rainiero de Mónaco, el 9 de abril de 1956. Con voluminosa falda de encaje y miles de perlas bordadas, su traje de novia ha pasado a la historia como uno de los diseños más célebres. Otros de sus sellos fetiche fueron Dior, Balenciaga, Gyvenchy o Yves Saint Lauren.